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La forma de los huevos: geometría y evolución

La forma de los huevos: geometría y evolución

La forma de los huevos de las distintas especies de aves existentes ha resultado durante muchos años todo un misterio. Su forma parece variar de forma arbitraria de unas especies a otras, sin que fuese fácil encontrar parámetros que dieran sentido a esas formas. Intuitivamente, parece que lo más correcto es pensar que la forma de los huevos está directamente relacionada con la fisionomía del ave, así como de la posición que utilizan a la hora de poner los huevos.

Pero eso no explicaría por qué algunas aves como el avestruz producen huevos completamente redondos, pese a tener una fisionomía similar a otras aves que ponen huevos de forma ovalada. En este caso, también se podría intentar explicar la forma de los huevos esféricos con el fin de conseguir que su consistencia fuese lo más dura posible. Pero de nuevo esto no explicaría el caso de aves como las palomas y muchas aves acuáticas, cuyos huevos tienen forma puntiaguda.


I: Huevos de gallina

En esta línea, Zoltan Barta, de la Universidad húngara de Debrecen, y Tomas Szekely, de la Universidad de Bath, publicaron en 1997 un artículo en la revista “Functional Ecology” con el título The optimal shape of avian eggs (la forma óptima de los huevos de las aves) en el que pretendían explicar de forma extensa las razones por las que las formas de los huevos varían tanto de unas especies de aves a otras.

Para entender todo, primero hemos de entender cómo se forman los huevos. Cuando el óvulo del ave llega al istmo (el conducto que une las trompas de falopio y el útero), las células del mismo empiezan a segregar la sustancia calcárea que protegerá el óvulo. En condiciones normales y neutrales, el huevo obtendrá una forma esférica, pero las hembras pueden manejar los músculos de la pared del istmo, de tal modo que esta forma esférica pueda ser modificada.

Barta y Sekely sondearon más de 30 aves, observaron la forma de sus huevos, y las relacionaron con la cantidad de huevos que cada hembra incubaba de forma simultánea. Los resultados fueron sorprendentes. De algún modo, se percataron de que las aves habían adquirido la capacidad de moldear sus huevos para optimizar la incubación de los mismos, en función de la cantidad de ellos que tuvieran que incubar.

En la línea de este descubrimiento, desarrollaron un modelo matemático para encontrar las formas de los huevos que optimizaban la incubación de los mismos, sin olvidarse de que los huevos tendían a una forma esférica para garantizar el superar una fragilidad mínima. Los resultados fueron los siguientes.


II: Forma óptima de los huevos de las aves

De este modo, la hembra garantizaría el máximo de transferencia de calor, siendo en cierto modo óptima su incubación. Estos resultados teóricos expuestos por Barta y Szekely resultaron corresponderse sorprendentemente con los ejemplos encontrados en el mundo real, como sería el caso de las palomas, las avestruces o los chorlitos.

Pero esta teoría, no es extrapolable a todas las aves, ya que siempre hay que tener en cuenta las condiciones específicas de cada especie y hábitat. Esta es la razón por la que los araos tienen una extraña forma de huevo que se asemeja a una pera. Los araos habitan en altos acantilados, y por ello, a modo de sofisticado efecto evolutivo, sus huevos tienen como prioridad el impedir que pueda rodar fácilmente hacia abajo.

Nota: Este artículo forma parte de la tercera edición del Carnaval de Biología, celebrado en casa de El Pakozoico

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