La doctrina de la Autoridad en Colombia
Por Sara Guerra
Perverso todo aquel que justifica y auxilia un delincuente, al momento de la derrota, será derrotado con él. Digo esto de todo aquel político o gobierno que legal o democráticamente constituido es pro-Farc. Pierden su tiempo, los están apoyando en una guerra que ya no existe.
Es obvio que antes pudo hablarse del conflicto interno de una guerrilla contra un Estado, en aquellos tiempos cuando se pregonaba interés en una reforma agraria o una distribución mas equitativa de la riqueza, pero ahora lo único político que exhiben los "guerrilleros" en Colombia es un camuflado. Ahora son solo secuestradores, narcotraficantes y terroristas vistiendo camuflado como una vulgar trampa para confundir los distraídos.
Y es por eso que concuerdo con aquel que afirma que no hay conflicto armado, porque que la guerra se acabó y las farc la perdieron, están completamente desprestigiadas en Colombia y el mundo. Muestra de ello es la sola elección de Uribe en 2002, acto claro de deslegitimación y rechazo a su existencia y qué decir del mensaje enviado con la reelección, ya implica un repudio total y significa que el pueblo colombiano no quiere dialogar con ellas sino someterlas, porque no la considera guerrilla sino una banda mediocre.
Porque, qué es lo que promueven ahora las Farc? Pues, ni ellos lo saben, se quedaron como sus auxiliadores, con el discurso de hace cuarenta años y ni siquiera advirtieron que se les transformó la sociedad. Es ahora que varios comprenden que perdieron su vida combatiendo en el monte por nada. Que aparte boletines rojos de la Interpol, órdenes de captura y el desprecio de las nuevas generaciones de colombianos, no cosecharon nada.
Para muchos de nosotros es innegable que las guerrillas perdieron cualquier vestigio de respeto de los colombianos y fue entonces cuando perdieron la guerra. O es que acaso no han notado que todo golpe asestado por el ejército es producto de la cooperación de informantes dentro de sus propias filas y de la población? Es que si hubo un conteo impreciso el día de la marcha contra las Farc el 4 de febrero, no fue por exceso sino por defecto y es porque no se contabilizaron los cientos de desmovilizados en las cárceles que ya no quieren volver a delinquir ni los que permanecen amenazados o esclavizados en la selva esperando un descuido para desertar o los cientos de secuestrados que tampoco pudieron marchar.
La única justificación de su surgimiento era la inicua pobreza, cuyo único culpable era el Estado colombiano, el Estado como fuente de miseria y atraso en Colombia, por tanto era justificable levantarse contra él, -si p entonces q-, pero esa premisa p, es incorrecta y su consecuencia también lo es, porque no es el Estado el origen de los males en Colombia, si así fuera, sería fundada la lucha contra las instituciones. Culpable de nuestros males es la corrupción y es a esa a la que hay que combatir y no es creación del Estado colombiano, se predica en todas las esferas de muchos Estados y nunca ha originado levantamientos armados legítimos en una democracia (que lo digan los boliburgueses J).
Es claro que a las Farc les va peor si todo esto lo enmarcamos en la singular doctrina que jamás se nos ocurrió, porque nuestros políticos colombianos no se en qué diablos estuvieron pensando en estos últimos cuarenta años, pero al fin se gestó la teoría que describe la verdadera realidad colombiana y es: Todo aquel que se levante contra un Estado democrático es delincuente común (ya que lo democrático lleva en sí mismo el mecanismo de su depuración) y si intimida a la población es terrorista. Esta doctrina la acuñó Uribe y es legítima en Colombia.
Reitero: Me declaro totalmente de acuerdo con aquellos que afirman que Colombia no está llamada a hacer un acuerdo de paz o un "canje" humanitario, porque estas dos figuras son excepcionalmente políticas y no se practican con delincuentes comunes: Narcos, secuestradores, terroristas o todas las anteriores. Ahora, si en gracia de discusión se accediera a un diálogo, sabemos que un eventual proceso de paz no se hará frente al Estado débil que implora perdón por el agravio no cometido.
Ahora se sabe que es legítimo que el Estado ejerza autoridad, que se haga respetar y extirpe sus enemigos en beneficio de las instituciones y las personas, esta es la mejor protección a la democracia. No tener ahora esta convicción nos retrotrae hasta hace diez años cuando Colombia entera era zona de tolerancia y el criminal hacía lo que bien le parecía mientras los ciudadanos se escondían tras sus lágrimas. Ya no es tiempo de querer esto... nos sobra dignidad.
Los melancólicos
Lo dicho anteriormente es evidentemente algo que no entienden los melancólicos, que su argumento lastimero del dolor del secuestro por el que piden un "acuerdo humanitario" no hace eco porque ya se apuntaló más el argumento de la Autoridad. La doctrina de autoridad se legitimó en Colombia acobardando las Farc y sus ayudadores. Cuestionarán algo ahora contra la autoridad del Estado? No lo creo, muy al contrario, sienten el horror del que se haya descubierto, del que está en evidencia y de ahí el obstinado deseo del tal "intercambio", para untarse del status político que no tienen porque el camuflado no puede "camuflar" la condición criminal.
Pero no sólo las farc han perdido la guerra, también sus aliados, porque obviamente decir algo así antes era injuriar la izquierda melancólica, ya muchos entienden que esas ideas etéreas nada aportaron a la construcción de la sociedad colombiana de hoy. Se ve con estupor que ellos ven asesinar sus propios hermanos más vulnerables y cínicos persisten en su utopía infructuosa, la teoría que no maduró y según la cual, los terroristas colombianos son clones de Simón Bolívar, que no ya cabalgan en blanco caballo sino en el blanco polvo de la cocaína.
Pero hay otros que sí entienden esto, de hecho, tengo la agradable certeza que ecuatorianos y venezolanos de bien entienden a la perfección por qué se odia a las Farc en Colombia y de ahí que ante sus gobernantes hayan guardado un solidario silencio por respeto a nuestra dignidad, y contrario a lo que algunos esperaban, los últimos acontecimientos han solidificado los lazos históricos que nos unen. No esperábamos menos.
De los colombianos por la paz.
Varios de estos melancólicos en búsqueda de la esquiva popularidad, procuraron mostrar en televisión a sus patrocinadores extranjeros que petrodólares y euros girados estaban bien invertidos y para eso se crearon la singular ONG "colombianos y colombianas por la paz" (antes intelectuales por la paz) para tratar de desinformar a la comunidad internacional con claras pretensiones electoreras unos y con claro apoyo a los terroristas, los otros.
Insisto, no solo las Farc perdieron la guerra, también quedó muy malherida la izquierda en Colombia porque no le funcionó el silencio cómplice que siempre guardó, le ha tocado por motivos exclusivamente electorales y muy a su pesar, deslindarse públicamente de ellas. No pudieron capitalizar en las encuestas el último show de los dos secuestrados porque sólo unos días después, como caníbales se destrozaron en un Congreso que realizaron y que hizo más visibles sus contradicciones
"Colombianos y colombianas por el reencauche político", suena más apropiado y sólo sabiendo a qué se dedica ésta ONG, adivinaremos uno a uno sus integrantes: Resentidos y huérfanos de poder de siempre, escarbando espacios para hacerse notar en los medios. Salvo uno que otro, no hacen en política algo realmente fructífero, les toca pues, una incidencia política de tercera y en su afán desafían abiertamente la sociedad que aborrece a las Farc, actuando como otros colaboradores internacionales, en contra de los intereses de la gran mayoría de la nación colombiana, víctima del terrorismo.
Y claro, su torcida percepción tiene su particular ejemplo: Luego de que muchos soldados murieran en el monte en operativos para rescatar al muy ingrato Alan Jara, dice éste proyecto de traidor que les agradece más a los secuestradores de las Farc, pero el que no padezca el síndrome de Copenhague, -que son muchos millones de colombianos- sabe la realidad de los acontecimientos y agradece la valentía de los que expusieron su vida en cada operativo, ya que los rescatados y liberados no lo hacen. Porque aquellos soldados que están ahora a sol y lluvia, no deben ser olvidados, demos nosotros las gracias por Alan Jara mientras él en sano ejemplo enseña a su pequeño hijo a morder la mano de aquel que generoso la tendió.
Y esto en las urnas lo pagarán caro, porque esta clase de melancolía ya no encuentra apoyo en sociedad y de ahí que además se les dio por tildarnos como sociedad mafiosa; claro, solo hasta "antecito" de elecciones, porque cuando llegue el momento de asegurar escaño apelaran a esta misma sociedad para poder usufructuar el erario público, ejemplo dialéctica pura. Es difícil de entender con qué entrañas ciertos colombianos aún apoyan asesinos de civiles y soldados y pretenden con arrogancia que los premiemos por liberar sus víctimas, sólo a ellos se les ocurre. Quiénes se creen? O peor, quiénes creen que somos nosotros? Que perverso es pretender intimidarnos creyéndose con autoridad moral de imponer su errática teoría de bien común, creen infundadamente haber redefinido este término y ya para qué… Ya perdieron la guerra.
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