Genciencia - El Gobierno Galáctico de Dennis Hope
El Gobierno Galáctico de Dennis Hope (I)
Adelantándose a varios siglos a su tiempo, Dennis M. Hope ya está haciendo negocio vendiendo parcelas fueras de la Tierra a 19,99 dólares el acre (4.000 metros cuadrados), más la tasa extraterrestre correspondiente: 1,51 dólares. Ya han sido adquiridos 536 millones de acres (quedan 9.444 millones con opción a compra). Y es que Hope es el dueño de la Luna y los 8 planetas del Sistema Solar desde 1980.
Este pionero es presidente “constitucionalmente reconocido” del “Gobierno Galáctico”, bajo el cual existe una ciudadanía de 5.379.000 habitantes, entre los cuales se encuentran famosos como Tom Hanks, George Lucas, Clint Eastwood, Nicole Kidman, Meg Ryan, Tom Cruise, Ronald Reagan o George Bush, además de una treintena de trabajadores de la NASA.
Es un gobierno fuera de nuestro planeta, y sus ciudadanos jamás han pisado las tierras que han adquirido a un módico precio, pero Hope se ha tomado muy en serio su gobierno. Todo empezó el 22 de noviembre de 1980, cuando registró a su nombre el satélite y el resto de planetas del Sistema Solar y fundó la compañía Lunar Embassy, “los líderes del mercado extraterrestre”, como se autodenominan en su web oficial.
A nadie se le había ocurrido antes registrar a su nombre los 200 billones de acres que existen en nuestro sistema, sencillamente porque sonaba descabellado. Pero Hope, en pleno proceso de divorcio, en el paro y a punto de entrar en bancarrota, tuvo una revelación mientras conducía su coche en una noche de luna llena. Al parecer, era un ventrílocuo mediocre (movía demasiado los labios) que viajaba con su muñeco de pueblo en pueblo.
Miró al cielo y se preguntó, ¿por qué no? Ni corto ni perezoso, condujo hacia la biblioteca más próxima y releyó el Tratado del Espacio Exterior de 1967. “Me vino a la cabeza una clase de ciencias en la que estudiamos el tratado. Decía que ninguna nación se podía apropiar de los astros, pero no recordaba que se mencionara nada de las personas particulares”.
Con la cara más dura que el cemento armado, Hope creó una declaración de propiedad de la Luna y los otros 8 planetas y sus lunas y la registró en San Francisco, no sin antes discutir durante 5 horas con los funcionarios de la oficina de registro. También envió la notificación a la ONU, al Gobierno de los Estados Unidos y a la URSS, anexando una nota en la que explicaba sus intenciones de subdividir las propiedades y venderlas.
No recibió ninguna noticia de nadie, pues supongo que todos creyeron que se trataba de un lunático, nunca mejor dicho. Esta falta de atención fue interpretada por Hope como una aceptación tácita de su idea. Hope ya no sólo era dueño de todas las tierras del Sistema Solar sino también de los objetos que los gobiernos del mundo hayan dejado olvidados en ellas: por ejemplo, los aparatos y vehículos que la NASA dejó en la Luna. Incluida la bandera americana.
La gente parece haberse tomado en serio sus anhelos territoriales y han respondido sin ninguna prudencia a la estafa, pues tampoco el riesgo es tan elevado: tener un acre en el espacio no es demasiado caro y puede ser un buen tema de conversación en cualquier reunión.
Y Hope, que declara que su proyecto va más allá del mero interés económico, ya ha hecho confeccionar la moneda para su Gobierno Galáctico: la delta. Si os interesa haceros con un terreno extraterreste, informaros que España cuenta con un agente de Lunar Embassy: Bernardo von Borstel, un alemán residente en Palma de Malloca que ya ha vendido entre 800 y 1.000 parcelas.
Pero la especulación espacial no había hecho más que empezar, como os explicaré en la próxima entrega de esta serie de artículos
El Gobierno Galáctico de Dennis Hope (II)
Los inicios de Hope como agente inmobiliario selenita no fueron tan boyantes como cabe imaginar: al principio apenas ganaba para vivir humildemente en casa de su madre. Pero fue a raíz de la difusión de Internet, en el año 2000, que las ventas crecieron exponencialmente hasta alcanzar las cifras insólitas que hoy podemos leer; incluso algún incauto se hizo con unas parcelas de Mercurio, Venus y Marte.
El éxito de Hope llamó la atención de otros avispados hombres de negocios, que también abrieron sus propias agencias inmobiliarias espaciales, como Lunar Registry o Lunar Republic Society. El caso de esta última es bien curioso: se fundó el 20 de julio de 1999, en California, y su sede actual está en Nueva York. Afirman haber comercializado 1 millón de metros cuadrados de pacerlas con nombres tan sugerentes como Lago de los Sueños, Alpes Lunares, Mar de la Tranquilidad, Bahía del Arco Iris, Bahía del Amor o Mar de las Lluvias.
Lunar Registry, por su parte, anuncia en su página web:
¡No encontrará nada más apasionante en la Tierra que un acre de una magnífica propiedad en la Luna! Además se completa con un certificado personalizado de la escritura en papel de pergamino, una fotografía por satélite de la propiedad, información geográfica para ayudarle a localizarla (tanto si la está viendo a través del telescopio como si la visita en persona) y ¡mucho más! Todos los documentos poseen un diseño profesional, están elegantemente impresos y constituyen un gran tema de conversación cuando están enmarcados en su oficina o en su casa.
Hope, que se considera el único capacitado legalmente para vender parcelas en otros planetas, invierte parte de sus ganancias en equipos de abogados que pleiteen con éstas y otras compañías que buscan copiar su lucrativo modelo de negocio.
Ahora, sin embargo, parece que la crisis inmobiliaria también está afectando al ritmo de ventas a nuestro satélite, que han caído en picado. Y a esto se le suman los continuos intentos judiciales de detener las estafas de Hope alrededor del mundo. Algunas de sus sucursales ya han tenido que clausurar sus puertas acusadas de fraude y estafa y sus encargados han sido arrestados, como es el caso de Lisa Fulkerson y su sucursal en Canadá o el de un ex militar de la Alemania Oriental llamado Holger Czajka.
La sucursal cerrada en China, la Beijin Lunar Village New Energy Science and Technology, que vendía la hectárea por unos 74 euros, cedía al propietario no sólo la parcela sino el derecho a usar los minerales que hubiera desde la superficie hasta tres kilómetros por debajo de ella. El director general de esta sucursal, Lie Jie, sigue libre, y ahora vende bolsas con aire del Mundial de Alemania. El contenido de estas bolsas, según el mismo certifica, fue recogido mientras los operarios segaban el césped, de modo que sospecho que el aire debe de oler a hierba recién cortada.
La próxima vez que enfoquéis la Luna o cualquier otro planeta con vuestro telescopio, quizá diviséis uno de esos carteles en los que se lee “Vendido”.
O el Sol, como descubriréis en la última entrega de esta serie de artículos el pelotazo urbanístico al estilo Benidorm-Strar Trek.
El Gobierno Galáctico de Dennis Hope (y III)
Si lo que os interesa, sin embargo, es haceros con una porción del Sol (aunque jamás podréis poner los pies sobre vuestra parcela por razones obvias), entonces el asunto se complica. Hope no es el único propietario en este caso. Un tal Virgiliu Pop, investigador de la Universidad de Glasgow, también tiene bajo registro el astro rey. Su acción, tal y como señala en su blog, no era otra que dejar en evidencia lo ridículas que eran las aspiraciones soberanistas de Hope.
Al parecer, Pop envió una factura a Hope en la que le reclamaba 30 millones de dólares por usar su energía. Hope, sin perder la ironía que envuelve a todo su proyecto intergaláctico, le respondió con un escueto: “Hemos decidido no hacerla servir, por favor, apáguela”.
Antes de la idea de Hope, La Luna, además de haber servido de telón de fondo para los enamorados o de inspiración para los poetas, también sufrió el ansia de posesión de otro personaje.
Aunque en teoría la Luna pertenece a todos los habitantes de la Tierra (el Instituto Internacional de Derecho Espacial está trabajando para la ONU en un documento que pretende anular todas las compras de parcelas más allá de los límites de la Tierra), el primer listillo de la historia en considerarse legalmente dueño de la misma fue el abogado Jenaro Gajardo Vera, en 1953.
La inscribió en el Conservador de Bienes Raíces de la ciudad de Talca tras desembolsar 42 pesos chilenos de la época, un precio bastante asequible si hablamos de un satélite de ese tamaño. Al parecer, Gajardo Vera se hizo con la Luna simplemente porque fue rechazado al formar parte de un club social de Talca.
Y la gente se tomó lo suficientemente en serio sus documentos legales como para que el presidente Richard Nixon, antes del alunizaje del Apolo XI, en 1969, le hiciera llegar un telegrama que decía: “Solicito en nombre del pueblo de los Estados Unidos autorización para el descenso de los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que le pertenece”.
Por todos era conocido el poco sentido del humor que gastaba Nixon, así que hay que tomarse este comunicado como oficial. Gajardo Vera no tardó en responder al telegrama: “En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta Walt Whitman, autorizo el descenso de Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que me pertenece, y lo que más me interesa no es sólo un feliz descenso de los astronautas, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria”.
Suena delirante, pero habida cuenta de este intercambio de comunicados, quizá las primeras palabras de Armstrong al pisar la Luna hubieran tenido que ser algo parecido a: “Es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad, gracias al permiso oficial de Jenaro Gajardo Vera, amo y señor de esta tierra”.
En 1998, Gajardo Vera falleció en el balneario Rocas de Santo Domingo, lugar próximo a Santiago de Chile. Nadie reclamó entonces la propiedad del satélite, lo que nos lleva a pensar que éste no constaba en su testamento y que Gajardo Vera, en efecto, jamás tuvo la intención de hacer negocio con la Luna, al contrario que Hope.
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